Los pasados últimos días he presenciado en diferentes medios un par de parábolas sobre el arte de hacer trampa, o en términos simples, chanchullo.
En primer lugar el asunto Miss Sinaloa. La bolita se la pasaron todos y de repente salió el peine de que no era la mejor candidata...pero ganó. Y Lupita Jones queríendose desmarcar cuando a principios de los noventa su título de Miss Universo aquí lo cambiaban por "Miss TLC"...
Y pues entonces veo que la belleza va quedando de lado, y los que verdaderamente compiten, en una celebración de la mujer, son los hombres queriéndose medir el tamaño de su pito.
Entonces, para esos asuntos, mejor me paso al fútbol.
Rudo y Cursi, la película de Carlos Cuarón, es casi un documental de cómo opera el fútbol en México. Supongo que habrá cosas más densas. Como un penal a favor de Cruz Azul que no se marcó para que ganara el Toluca...y el gobernador del Estado de México pudiera tener unos minutitos de proyección nacional.
Así las cosas, todo está a la venta y nada es legítimo...desde la silla presidencial hasta un triste penal.
Supongo que puedo vivir con eso...y que puedo jugar con esas reglas. Pero cuando lo traslado al mundo de las letras, por lo menos el institucional, en donde también hay chanchullos, me pregunto: ¿cómo jugar? o ya de plano: ¿para qué esforzarse?
sábado, diciembre 27, 2008
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1 comentario:
Esa duda puede ser muy destructiva... y no creo que sean pocos los que la compartan. Algunos desde la imaginación para el chanchullo. Otros desde otro lado, menos tramposo, diría yo. Estamos todos o muchos en el mismo barco, pero lo que más cuenta es la decisión personal de hacer algo por el placer puro de hacerlo y asumirlo así. Ya después vendrán, o no, los reconocimientos. A menos que el placer esté en el reconocimiento. Eso también se vale.
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