lunes, mayo 26, 2008

Indiana Jones y los traicioneros del celuloide

Mis papás son arqueólogos. Recuerdo que en las tres primeras películas de Indiana Jones se atacaban de la risa con todas las ocurrencias de Spielberg, al que se le da muy fácil eso de confundir magnesia con gimnasia. Pero lo curioso es que vieron las tres y me llevaron a verlas, y jamás me dijeron: Esto está mal, hay mil años de diferencia, un arqueólogo gringo no puede meterse en templos por todo el mundo como Juan por su casa, no en todos las aldeas remotas de cualquier país los lugareños hablan inglés, etc.

Creo que comprendían, como yo lo estoy haciendo ahora, que el cine es tramposo. O mejor dicho tiene sus propias reglas.

Indiana Jones llegó a ser un ícono de la cultura popular. Comparte lugar en la memoria colectiva junto al coche de Volver al Futuro y los peludos de Star Wars. Por lo tanto cualquier nuevo proyecto tiene taquilla garantizada, cautiva. Hasta freaky. ¿A quién no le gustaría saber qué ha pasado con el Dr. Jones, aunque no sea lo mismo veinte años después?

Pero hay límites.

Esto es meramente mi opinión, producto de vivir veintitantos años con arqueólogos:

El hombre hace su historia. Es responsable de sus actos y decisiones. Como individuo y como comunidad. Y si un director gringo quiere jugar con las diferentes culturas y que haya calendarios aztecas en un templo inca o que guarde fantasmas bíblicos en bodegas de Nevada, está bien, no hay pedo. Son sus reglas y si le sirven para formar un héroe y contar sus historias, no hay problema. Todo es hecho por el hombre.

Pero decir que el hombre es incompetente de descubrir la agricultura y de formar una civilización no occidental, y que es tan imbécil que tuvo que venir E.T. a ayudarle, es inaceptable. ¿Por qué? No por una defensa rompevestiduras hacia la arqueología, sino por algo más lógico:

Si las respuestas a todos los enigmas del hombre están en otro planeta bailando cha cha chá, entonces la labor de Indiana Jones es inútil.

Spielberg mató a su creación. Todo por darle rienda suelta a su fijación con los extraterrestres. Al parecer para él valió la pena. Bien por él. Pero ojalá que haga una segunda parte en la que Schindler se suba a su nave y regrese a Judión, el planeta de donde vienen los judíos, o un crossover en el que tiburones y dinosaurios libren una guerra intergaláctica.

3 comentarios:

La niña Fonema dijo...

mi mamá dice que nosotros también vimos las tres de Indiana, pero yo no me acuerdo
gracias a Dios por mi mala memoria...

Asilo Arkham dijo...

Yo no he visto la película, pero ya me imagino de qué estás hablando. Yo tampoco estoy de acuerdo en que se dude de la capacidad humana, en sus conocimientos de ingeniería, matemática y de astronomía para construír una civilización, por muy antigua que sea.

Pero, bueno, así es la gente.

Ikarus dijo...

Me aguanté hasta ver la película para comentar, por ello, ahora digo: es Indy!

No me digas que el Templo de la perdición parece más el nombre de un antro, que de un lugar en el que monjes seguidores de la diosa de la muerte hindu Kali le rinden culto.

Tampoco creo que sea muy factible que una monumental bola lo persiga o que se pueda viajar de manera increíble en carritos de minero mientras ocurren, simultáneos, derrumbes y explosiones.

Es jaladísimo, pero así ha sido siempre: es Indy.

Algún instructor nos explicó alguna vez que el turismo alternativo, no es otra cosa más que "sacar el Indiana Jones que todos llevamos dentro". Jajajajajaja
Saludos