Viejo texto para este nuevo año
.
.
.
"Carta" (México, noviembre de 2001)
.
.
.
Cuando me pediste que fuera a los manantiales de los Alpes y te llevara un vasito de agua hasta tu cama, yo te la llevé con un resfriado polar y te pregunté por qué querías el agua sólo de allá. Tú me contestaste: “Es que, obviamente, tú nunca has tenido sed real.”
Cuando me dijiste que te encantaban los cachorros de tigre, yo te conseguí uno, con una venda cubriéndome medio cuerpo a causa de un rasguño casi mortal, y te pregunté por qué los preferías sobre todos los demás animales. Tú me respondiste: “Es que, obviamente, tú no has encontrado tu lado astro-espiritual.”
Cuando te llamé por teléfono, te descubrí llorando y me rogaste que fuera contigo porque me necesitabas. Y yo dejé todo, incluso aquella entrevista para la beca, por estar junto a ti. Te abracé y consolé, preguntándote qué razón te había hecho llorar, tú me contestaste: “Es que, obviamente, tú nunca has sentido la verdadera tristeza.”
Cuando me pediste con toda la coquetería del planeta que te diera un ramo de estrellas, yo me desvelaba noches enteras intentándoselas robar a la Noche en algún descuido, y cuando te ofrecí el ramo, tú me dijiste que ya no lo querías. Yo te pregunté por qué no. Me contestaste: “Es que, obviamente, tú nunca vas a comprender a las mujeres.”
Cuando comenzaste a caminar hacia el Oriente, te topaste conmigo. Yo no te pregunté nada, pero tú me pediste que lo hiciera: "¿A dónde vas?" Tú respondiste: “Voy al fin del mundo...ven, acompáñame”. Y yo te obedecí sin cuestionar nada, pero a ti se te antojó decirme: “Es que obviamente tú no me conoces.”
Cuando finalmente, a los dos siglos de caminar, viste mi sombra perdida entre el atardecer, siguiéndote en silencio, notaste mi existencia, y extrañada, diste la vuelta y me preguntaste: “¿Por qué has estado haciendo todo esto por mí?” Yo, empapado de desilusión, te dije: “Obviamente, nunca has estado enamorada”.
No cambié de rumbo, sin embargo.
Cuando me dijiste que te encantaban los cachorros de tigre, yo te conseguí uno, con una venda cubriéndome medio cuerpo a causa de un rasguño casi mortal, y te pregunté por qué los preferías sobre todos los demás animales. Tú me respondiste: “Es que, obviamente, tú no has encontrado tu lado astro-espiritual.”
Cuando te llamé por teléfono, te descubrí llorando y me rogaste que fuera contigo porque me necesitabas. Y yo dejé todo, incluso aquella entrevista para la beca, por estar junto a ti. Te abracé y consolé, preguntándote qué razón te había hecho llorar, tú me contestaste: “Es que, obviamente, tú nunca has sentido la verdadera tristeza.”
Cuando me pediste con toda la coquetería del planeta que te diera un ramo de estrellas, yo me desvelaba noches enteras intentándoselas robar a la Noche en algún descuido, y cuando te ofrecí el ramo, tú me dijiste que ya no lo querías. Yo te pregunté por qué no. Me contestaste: “Es que, obviamente, tú nunca vas a comprender a las mujeres.”
Cuando comenzaste a caminar hacia el Oriente, te topaste conmigo. Yo no te pregunté nada, pero tú me pediste que lo hiciera: "¿A dónde vas?" Tú respondiste: “Voy al fin del mundo...ven, acompáñame”. Y yo te obedecí sin cuestionar nada, pero a ti se te antojó decirme: “Es que obviamente tú no me conoces.”
Cuando finalmente, a los dos siglos de caminar, viste mi sombra perdida entre el atardecer, siguiéndote en silencio, notaste mi existencia, y extrañada, diste la vuelta y me preguntaste: “¿Por qué has estado haciendo todo esto por mí?” Yo, empapado de desilusión, te dije: “Obviamente, nunca has estado enamorada”.
No cambié de rumbo, sin embargo.