DIÁLOGO SIN MIEL
- ¡Atención, querido pueblo! He dispuesto mandarlos llamar a todos ustedes porque-
- Este…Si me disculpa, Su Majestad, un momentito nada más…
- ¡¿Quién se atreve a interrumpir la solemnidad de un discurso oficial de la Soberana Suprema?!
- Ofrezco humildemente mi eterno arrepentimiento, Su Alteza, pero es que siento que es mi deber comentarle algo debe terminar ahora mismo…
- ¡Guardias! ¡Capturen a este irrespetuoso! ¡Su destino es la hoguera!
- Precisamente de eso le quiero hablar, oh gran Patrona. De que yo soy el último guardia que le queda.
- ¿Qué?
- De hecho…soy también el último súbdito bajo su mando… ¿Qué no se da cuenta que esto esta vacío?
- ¡Callad! Encima de insolente, ¡blasfemo!
- Con todo respeto, señora, yo sólo trato de ayudar. Es mi deber protegerla y escoltarla hasta un lugar más seguro, o mejor dicho, más poblado. Y no ayuda a mi empresa que usted se la pase insultándome.
- Cuidado con ese tonito, porque yo te hablo como se me dé la gana. Y otra cosa: yo de aquí no me muevo. Ya vendrá otro pueblo a adorarme. Por lo pronto, retírate, estoy hastiada de tu presencia.
- No me tientes. Ya no tienes fuerzas sobre mi, no sobre ninguno más de nosotros. Sólo nos querías para tener a tus hijos, ¡maldita egoísta! Enamorándonos a todos con tu belleza injusta, con ese aroma dulce que nos hipnotiza.
- Aysh, me aburres, vete ya.
- Sí, ya me voy. Todos se han ido con tu sobrina, más joven y más fuerte. Yo quise quedarme para intentar convencerte de luchar por tu pueblo, por tus hijos. Pero veo que es inútil. Iremos lejos, a hacer otro panal.
- Sí, váyanse. No los necesito. Tengo toda esta miel que dejaron botada. Pueblo ingrato. Una los cría y ellos se creen con derechos. ¡Vete, total, te vas a morir mañana y yo veré morir a tus nietos y seguiré comiéndome esta miel! De veras que con la chusma una no puede, caray.
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