viernes, mayo 17, 2013
El Odio
martes, marzo 08, 2011
Fábula
Pero en secreto, nosotros seguíamos admirando esa forma de gobierno. ¡Ah, el dulce yugo de ser súbdito! ¡Cómo aligera la vida saber que podemos echarle la culpa a lo divino, y más si hay un representante terrenal del que podemos hablar en los cafés y en la cola de las tortillas!
Un día, el país entero se regocijó con una noticia: el rey vendría a visitarnos desde su lejano reino, para inaugurar el primer congreso internacional de la lengua.
Nos preparamos lo mejor que pudimos: remozamos aquí y allá, escondimos el hambre y pusimos banderitas en todos lados.
Y del cielo, como un ángel, llegó el Rey.
Después de inaugurar el Congreso, llevamos al Rey a una escuela, para que viera lo hermoso que pintaba nuestro futuro.
Días antes de que llegara Su Majestad, les habíamos dicho a los niños que tendrían el honor de ver a un Rey. Los niños se emocionaron: ¡Era como un cuento hecho realidad!
Ese día, Su Majestad llegó puntual a la escuela, en un lujoso autobús. Los niños, peinados, pulcros y con sus respectivas banderitas, miraban atentos a los que bajaban del moderno carruaje.
-¿Y el Rey? -preguntaron todos los niños al mismo tiempo cuando ya nadie bajó del autobús.
-¡Ahí está! -contestaban los maestros, extasiados- ¿Qué no lo ven? ¡Saluden!
Pero los niños solo veían puro hombre trajeado, gris, con poco cabello. Ellos esperaban un Rey hecho y derecho, con su capa de terciopelo, su corona con rubíes, zafiros y esmeraldas, y su cetro dorado. No encontraban realeza alguna entre las solapas, las corbatas y los ojales.
El Rey se dispuso a hacer lo que acostumbraba: alzar la mano para saludar, sonreír con gracia y mirarnos a todos con distinción. Pero eso no les alcanzaba a los niños. Nosotros les habíamos prometido un Rey, y les habíamos fallado. Pocas veces en la historia hubo una desilusión tan masiva, tan definitiva.
El Rey, como era de esperarse, debió regresar a reinar su reino. Y no supo, nunca jamás, que su investidura de alta costura les había roto el corazón a cientos de niños, que pedían, solo por esa mañana, que la fantasía fuera como la realidad.
martes, diciembre 14, 2010
El chantaje
―Es el doctor G― le dijo el Secretario de Defensa. Su preocupación se le notaba en cada letra que pronunciaba― Quiere hablar contigo.
Media hora después, todo el gabinete estaba reunido en los sótanos del Pentágono. Enlazados en una videoconferencia, presidente, secretarios y secretarias veían sonreír en la pantalla al doctor G.
―Voy a ser breve. Quiero un billón de dólares. De no cumplirse mi exigencia en las siguientes veinticuatro horas, la represalia será la siguiente: durante los últimos ocho años he encaminado mis esfuerzos para que todas las mujeres del mundo consumieran un nanochip que se ha instalado mitad en su hipotálamo y mitad en sus glándulas de Skene.
“Gracias a mi empresa de bebidas ahora no solo todas las mujeres sino todas las personas del mundo consumieron ese chip. Pero mi amenaza está dirigida a los hombres. En veinticuatro horas y un segundo apretaré este botón. Todas las mujeres del mundo gozarán, al mismo tiempo y controlado por mí, de un orgasmo abrumador.
“Veo que se ríen en la parte de atrás. Secretario McArthy, a ver si se ríe cuando su esposa Nancy y su amante Debra Jo sepan que pueden prescindir de usted.
“Así es, señoras y señores. Si no me dan mi billón, quitaré a los hombres lo único que les queda. Ustedes dirán si lo quieren perder. Adiós.”
Después del desconcierto, el presidente llamó a todos sus homólogos para que tomaran las medidas necesarias. Minuto a minuto la noticia se propagó y en un par de horas estaba en todo el mundo. Surgieron cuestionamientos médicos, éticos, biológicos, endocrinológicos, religiosos y filosóficos. A doce horas del límite, la Interpol concluyó que el doctor G podía estar en siete lugares distintos del planeta. Pero no lo encontraron.
―Tienes que pagarle― le recomendaban al Presidente.
―Nosotros no negociamos, imagina el precedente que estaríamos sentando, en especial para el Eje del Mal― le recordaban también.
A ocho horas y media del límite y sin pista alguna del paradero del doctor G, el Presidente hizo algunas cuentas en privado con el Secretario del Tesoro.
―Ten listo el dinero, espera mi orden para hacer la transferencia. Y no digas nada.
Cinco horas antes del límite, se reportaron los primeros casos de muerte. Asesinatos pasionales, suicidios, incluso hubo quienes quisieron sacarse el supuesto nanochip. La tensión era muy alta en todo el mundo.
Nadie durmió esa noche. Solo faltaban dos horas para el límite y la discusión ahora era sobre el dinero. Muchos millonarios insistían en pagarlo con la condición de tener acceso al botón. Algunas organizaciones feministas se organizaron en todo el mundo y también ofrecieron pagarlo, bajo el entendido de que si encontraban al Doctor G tendrían el derecho de empalarlo.
A cuarenta minutos del límite, el doctor G apareció muerto en un edificio en las afueras de Calcuta. La policía encontró todos sus planos y manuscritos. También todas sus computadoras y hojas de contabilidad.
Pero nadie encontró el botón.
La hora límite pasó y nada ocurrió en los cuerpos de las mujeres. Pasaron más horas, más días y todo seguía igual. Pero nadie podía dar con el botón. Los millonarios siguieron publicando su oferta. El billón por el botón.
El asunto se fue olvidando. Todo se redujo a chistes eventuales en las redes sociales o alguna nota perdida en el periódico.
Pero en la mente de los hombres siempre quedó la posibilidad de que un botón perdido podía controlarlo todo. Y nunca dejaron de desearlo, cada vez que apretaban uno. Una tecla en la computadora, un “PB” en el elevador, el cuadrado verde de la fotocopiadora.
viernes, octubre 29, 2010
Calaveras 2010
Entre rones, tequilas y cervezas
el espurio reía y recontaba
todos sus muertos y vilezas
cuando alguien golpeó la aldaba.
Era la mismísima Muerte
del otro lado de la puerta.
Al espurio se le bajó el cuete
por tan irrenunciable oferta.
Adivinando el miedo del chaparro
la muerte le gritó desde afuera:
“tranquilo, felipín, no soy tu catarro,
solo te quiero dar una felicitación sincera
por haber retacado mi carro
con los muertos de tu guerra.”
El Chicharito
En pleno partido del Manchester
por la banda derecha
apareció con mucho menester
la calaca maltrecha.
Quería un balón autografiado
del nuevo gran crack
pero Javier se portó porfiado
pelando solo su Mac
La muerte se indignó tanto
que se llevó al Chicharito
llenando a todos de espanto
por dejarlos sin su tesorito.
Mario Vargas Llosa
Estaba Don Mario conversando en la Catedral
cuando llegó para llevárselo la Muerte
Don Mario le dijo que estaba mal,
que este era su año, se sentía muy fuerte.
La muerte contestó: “Ay, Varguitas,
me he llevado hasta a presidentes
no pueden posponer sus citas
por más brillante que sea su presente.”
Como última y desesperada opción
Don Mario le enseñó su Nobel flamante.
La muerte dijo: "ni con Pantaleón,
El ejército y todas sus amantes."
Así que Don Mario da sus conferencias
en el otro mundo, con gran convocatoria
al fin que no perdieron su esencia
ni él su cita con la historia.
Alaíde
Estaba Amiguiz un día
Rondando el canal Once
Cuando sintió la mano fría
De una guadaña de bronce.
“¿Por qué tu arma tiene ese color?”
preguntó nuestra bloguera
combatiendo su temor
con una duda certera.
“Es que vengo por ti por una recomendación”
Le contestó la Muerte horrible y vil
“Me encontré con tu información
mientras jugaba a la granja en FarmVille”
"Me di cuenta de que te tenía en mis notas
mientras favoriteaba tus fotografías
y supe que conmigo una cita tenías
Cuando me uní al grupo Amigos de Bellota."
Así que ahora nuestra amiga
Tuitea en el más allá
Esperamos que desde allá siga
Volando con su pay. Y ya.
viernes, octubre 22, 2010
Reapertura
Desde entonces, la vida se ha encargado de darme unos zapes afortunadísimos, como si leyera cada párrafo riéndose y diciéndome “no mames”.
El Premio Barco de Vapor 2010 y la beca del Fonca cambiaron toda la perspectiva de mi futuro. Pero lo que me está cambiando la vida es que durante ese post, abrí los ojos.
Miré lo que quiero. Miré que me quieren. Miré que es válido querer lo que quiero. Es por eso que prometo al blog escribir con más regularidad. Porque a todo esto, a eso me quiero dedicar toda la vida.
Tengo mucho que contar y que platicar. Confieso que dejé de postear porque descubrí que mi mamá entraba todos los días. Pero si ya publiqué un libro muy personal y ya lo leyó, pues TOTAAAAL.
Aquí vamos.