EJERCICIO DE TEATRO, SIN TÍTULO
Sala de una casa. El PAPÁ está sentado, ebrio. Entra el HIJO con una cerveza.
PAPÁ: ¿Qué no tienes que ir a la escuela? Ya se te hizo tarde.
HIJO: Es domingo, papá.
PAPÁ: Ah…Entonces vete a ver el fútbol o ponte a hacer tu tarea.
HIJO: Hoy no hay partido y ya la hice. Puedes revisármela, si quieres.
PAPÁ: No, qué hueva…Pues haz lo que se te pegue la gana, pero vete, con tus abuelos, con tu mamá, con quien sea, pero ¡ya, a la verga, cabroncito!
HIJO: ¿Mamá? ¿Qué no te acuerdas de lo que le hiciste?
PAPÁ: ¿Qué? ¿Qué cosa?
HIJO: No, nada. Olvídalo. Y acuérdate que me habías mandado a traerte otra cerveza. Ten. Si te estoy molestando, ya me voy.
PAPÁ: Espérate, siéntate aquí conmigo.
HIJO: (Se sienta) ¿Qué estás haciendo?
PAPÁ: Esperando.
HIJO: ¿Qué? o… ¿a quién?
PAPÁ: …a… ¿a tu mamá?
HIJO: Pues yo creo que vas a estar esperando un buen rato.
PAPÁ: No me importa. Esa pinche vieja me debe unas cuantas.
HIJO: Unas cuantas, ¿qué?
PAPÁ: Estás muy chavo para saberlo.
HIJO: Bueno, si te estoy molestando, no me digas.
PAPÁ: Espérate, espérate. Sí te voy a decir…te voy a decir…a huevo que te voy a… ¿Qué te iba a decir?
HIJO: Que qué te debe mi mamá.
PAPÁ: Un chingo, cabrón. Si no es por mí no se sale del pinchurriento trabajo en donde estaba.
HIJO: ¿Cuál? ¿De maestra en la facultad de veterinaria o de subdirectora del zoológico?
PAPÁ: El zoológico, sí. No hacía más que prepararles la comida a los putos perros.
HIJO: ¿A poco te acuerdas?
PAPÁ: Claro que sí. Me acuerdo porque había unos perros estúpidos, yo creo que por tanto encierro. Estaban tan atarugados que nada más querían comer cebolla. Y tu mamá pique y pique cebolla para los perros y chille y chille por la cebolla. Por eso la saqué de ahí.
HIJO: ¿Y después?
PAPÁ: ¿Cómo que “y después”? Pues naciste tú, pendejete. Y pues ella tuvo que quedarse a cuidarte y esas cosas. Y para no distraerla pues le ayudé y le quité las comedias de la tele, sus libros aburridos y todo eso. Menos lo de la cocina, para que nos hiciera a nosotros de comer.
HIJO: ¿Y eran felices?
PAPÁ: Bueno, ¿qué esto es un interrogatorio o qué chingados?
HIJO: No, pues nada más quería platicar contigo pero si no quieres pues ni modo.
PAPÁ: Espérate, espérate. No te me pongas así.
HIJO: Así, ¿cómo?
PAPÁ: Así como se pone tu mamá. Se vuelve loca a veces. Por eso la tuve que encerrar en la casa. Por cierto, ¿dónde está?
HIJO: ¿Quién?
PAPÁ: Pues ella. Más le vale que no se haya largado porque no respondo.
HIJO: ¿No te acuerdas, papá?
PAPÁ: ¿Qué?
HIJO: Lo que le hiciste. Ella quería escapar. Yo la quise defender pero me pegaste y me desmayé.
PAPÁ: No, no es cierto. ¿O sí? No, eso pasó hace mucho y no lo volví a hacer… ¡No!
HIJO: Cuando desperté estabas llamando a la policía. Confesaste todo, colgaste y viniste a sentarte. A esperar.
PAPÁ: ¿Pero y tu mamá? ¿dónde está? ¿qué pasó?
HIJO: La mataste, papá. La mataste. Con esto. (Le enseña algo, de espaldas al público para que no lo vea)
PAPÁ: ¡Cállate! (Le pega al HIJO, quien se desmaya). ¡No me van a encerrar! ¡No voy a enloquecer! (Se clava el objeto en su vientre. Cae.)
El HIJO se incorpora. Mira el cuerpo.
HIJO: Pendejete tú. (Le quita el objeto del vientre. Es un cuchillo cebollero) ¡Mamá, ya!
TELÓN