Mi papá agarrándome la mano al mismo tiempo que su cigarro. Su espalda enorme, que me gustaba escalar. Mi papá tomando otra cerveza. Su bigote tupido y sus lentes de contacto. Mi papá enojado porque yo no quería jugar futbol. Su perfecta forma de manejar aquel Datsun. Mi papá llegando tambaleante a casa, a la mitad de la noche. Sus pies rasposos, su huevo con chorizo cada domingo. Mi papá discutiendo con mamá, a gritos y a vajillazos. Su sonrisa fácil, su panza chelera. Mi papá yéndose de la casa, escribiéndome desde Los Cabos, Morelia, Oaxaca. Mi silencio, mis rencores, mi sordera. Mi papá preguntándome sobre mi edad en cada llamada. Su casa en Oaxaca, llena de altares a lo que dejó. Mi papá invitándome a Putla cuando terminé una relación. Su copal encendido. Su árbol de maracuyá. Mi papá acompañando a mi mamá a mi hermana a mí a ver El Hombre Araña en funciones separadas. Su ronquido chistoso, sus trece hermanos cada vez más lejanos. Mi papá adormilado después de que le sacaran un kilo de tumor. Su disco de danzones, sus amigas que me confunden si contesto su teléfono. Mi papá derrumbándose tras su tercera quimioterapia. Mis miedos, mi egoísmo, mis culpas. Mi papá por primera vez, frágil. Y yo sin saber qué decir, qué preguntar. Mi papá en mi voz, en las entradas de mi frente, en mi complexión, en mis expresiones. Mi fe. Mis ganas de que viva cien años. Mi proceso de paz con él. Mi amor, todo mi amor, para él.
martes, mayo 25, 2010
Suscribirse a:
Entradas (Atom)