martes, diciembre 14, 2010
El chantaje
―Es el doctor G― le dijo el Secretario de Defensa. Su preocupación se le notaba en cada letra que pronunciaba― Quiere hablar contigo.
Media hora después, todo el gabinete estaba reunido en los sótanos del Pentágono. Enlazados en una videoconferencia, presidente, secretarios y secretarias veían sonreír en la pantalla al doctor G.
―Voy a ser breve. Quiero un billón de dólares. De no cumplirse mi exigencia en las siguientes veinticuatro horas, la represalia será la siguiente: durante los últimos ocho años he encaminado mis esfuerzos para que todas las mujeres del mundo consumieran un nanochip que se ha instalado mitad en su hipotálamo y mitad en sus glándulas de Skene.
“Gracias a mi empresa de bebidas ahora no solo todas las mujeres sino todas las personas del mundo consumieron ese chip. Pero mi amenaza está dirigida a los hombres. En veinticuatro horas y un segundo apretaré este botón. Todas las mujeres del mundo gozarán, al mismo tiempo y controlado por mí, de un orgasmo abrumador.
“Veo que se ríen en la parte de atrás. Secretario McArthy, a ver si se ríe cuando su esposa Nancy y su amante Debra Jo sepan que pueden prescindir de usted.
“Así es, señoras y señores. Si no me dan mi billón, quitaré a los hombres lo único que les queda. Ustedes dirán si lo quieren perder. Adiós.”
Después del desconcierto, el presidente llamó a todos sus homólogos para que tomaran las medidas necesarias. Minuto a minuto la noticia se propagó y en un par de horas estaba en todo el mundo. Surgieron cuestionamientos médicos, éticos, biológicos, endocrinológicos, religiosos y filosóficos. A doce horas del límite, la Interpol concluyó que el doctor G podía estar en siete lugares distintos del planeta. Pero no lo encontraron.
―Tienes que pagarle― le recomendaban al Presidente.
―Nosotros no negociamos, imagina el precedente que estaríamos sentando, en especial para el Eje del Mal― le recordaban también.
A ocho horas y media del límite y sin pista alguna del paradero del doctor G, el Presidente hizo algunas cuentas en privado con el Secretario del Tesoro.
―Ten listo el dinero, espera mi orden para hacer la transferencia. Y no digas nada.
Cinco horas antes del límite, se reportaron los primeros casos de muerte. Asesinatos pasionales, suicidios, incluso hubo quienes quisieron sacarse el supuesto nanochip. La tensión era muy alta en todo el mundo.
Nadie durmió esa noche. Solo faltaban dos horas para el límite y la discusión ahora era sobre el dinero. Muchos millonarios insistían en pagarlo con la condición de tener acceso al botón. Algunas organizaciones feministas se organizaron en todo el mundo y también ofrecieron pagarlo, bajo el entendido de que si encontraban al Doctor G tendrían el derecho de empalarlo.
A cuarenta minutos del límite, el doctor G apareció muerto en un edificio en las afueras de Calcuta. La policía encontró todos sus planos y manuscritos. También todas sus computadoras y hojas de contabilidad.
Pero nadie encontró el botón.
La hora límite pasó y nada ocurrió en los cuerpos de las mujeres. Pasaron más horas, más días y todo seguía igual. Pero nadie podía dar con el botón. Los millonarios siguieron publicando su oferta. El billón por el botón.
El asunto se fue olvidando. Todo se redujo a chistes eventuales en las redes sociales o alguna nota perdida en el periódico.
Pero en la mente de los hombres siempre quedó la posibilidad de que un botón perdido podía controlarlo todo. Y nunca dejaron de desearlo, cada vez que apretaban uno. Una tecla en la computadora, un “PB” en el elevador, el cuadrado verde de la fotocopiadora.
viernes, octubre 29, 2010
Calaveras 2010
Entre rones, tequilas y cervezas
el espurio reía y recontaba
todos sus muertos y vilezas
cuando alguien golpeó la aldaba.
Era la mismísima Muerte
del otro lado de la puerta.
Al espurio se le bajó el cuete
por tan irrenunciable oferta.
Adivinando el miedo del chaparro
la muerte le gritó desde afuera:
“tranquilo, felipín, no soy tu catarro,
solo te quiero dar una felicitación sincera
por haber retacado mi carro
con los muertos de tu guerra.”
El Chicharito
En pleno partido del Manchester
por la banda derecha
apareció con mucho menester
la calaca maltrecha.
Quería un balón autografiado
del nuevo gran crack
pero Javier se portó porfiado
pelando solo su Mac
La muerte se indignó tanto
que se llevó al Chicharito
llenando a todos de espanto
por dejarlos sin su tesorito.
Mario Vargas Llosa
Estaba Don Mario conversando en la Catedral
cuando llegó para llevárselo la Muerte
Don Mario le dijo que estaba mal,
que este era su año, se sentía muy fuerte.
La muerte contestó: “Ay, Varguitas,
me he llevado hasta a presidentes
no pueden posponer sus citas
por más brillante que sea su presente.”
Como última y desesperada opción
Don Mario le enseñó su Nobel flamante.
La muerte dijo: "ni con Pantaleón,
El ejército y todas sus amantes."
Así que Don Mario da sus conferencias
en el otro mundo, con gran convocatoria
al fin que no perdieron su esencia
ni él su cita con la historia.
Alaíde
Estaba Amiguiz un día
Rondando el canal Once
Cuando sintió la mano fría
De una guadaña de bronce.
“¿Por qué tu arma tiene ese color?”
preguntó nuestra bloguera
combatiendo su temor
con una duda certera.
“Es que vengo por ti por una recomendación”
Le contestó la Muerte horrible y vil
“Me encontré con tu información
mientras jugaba a la granja en FarmVille”
"Me di cuenta de que te tenía en mis notas
mientras favoriteaba tus fotografías
y supe que conmigo una cita tenías
Cuando me uní al grupo Amigos de Bellota."
Así que ahora nuestra amiga
Tuitea en el más allá
Esperamos que desde allá siga
Volando con su pay. Y ya.
viernes, octubre 22, 2010
Reapertura
Desde entonces, la vida se ha encargado de darme unos zapes afortunadísimos, como si leyera cada párrafo riéndose y diciéndome “no mames”.
El Premio Barco de Vapor 2010 y la beca del Fonca cambiaron toda la perspectiva de mi futuro. Pero lo que me está cambiando la vida es que durante ese post, abrí los ojos.
Miré lo que quiero. Miré que me quieren. Miré que es válido querer lo que quiero. Es por eso que prometo al blog escribir con más regularidad. Porque a todo esto, a eso me quiero dedicar toda la vida.
Tengo mucho que contar y que platicar. Confieso que dejé de postear porque descubrí que mi mamá entraba todos los días. Pero si ya publiqué un libro muy personal y ya lo leyó, pues TOTAAAAL.
Aquí vamos.
jueves, julio 22, 2010
Revolución
martes, junio 22, 2010
jueves, junio 10, 2010
El Milagro
Le ofrecían agua, comida, refugio. Pero el hombre ni sudaba, ni sonreía, ni se detenía. Sólo pasaba por ahí porque la ciudad estaba en su camino.
Le tomaron muchas fotos y todos hablaron de él por algún tiempo. Después dejaron de seguir su no-rastro y la bulla volvió hacia la vida de caminantes normales.
Pero he aquí que el hombre terminó por fin su recorrido. He aquí que el secreto de su andar llamó a nuevos secretos. Más poderosos, más incomprensibles.
Y ahí viene.
(foto tomada a escondidas en el Archivo General de la Nación)
martes, mayo 25, 2010
Papá
miércoles, mayo 19, 2010
Mi primer ejercicio de SOGEM
martes, mayo 04, 2010
Pobre
Pero el sentimiento de ausencia, de nostalgia, seguía y sigue aquí. No me puedo desembarazar de un vacío, no puedo desechar algo que falta.
Estoy pobre de tiempo por mi trabajo pero también de ganas de estirarlo. Estoy pobre de voluntad y dejo que la tele se quede con mis miserias al final del día.
Estoy pobre de palabras y me quedo callado ante los despilfarros de voz de todos los demás. Estoy pobre de energías para reclamar lo que es mío.
Estoy pobre de amor. El amor propio es la moneda más escasa. Estoy pobre de limpieza y de orden. Estoy pobre por derramar siempre amor en recipientes llenos.
jueves, marzo 18, 2010
viernes, febrero 26, 2010
martes, febrero 23, 2010
martes, febrero 16, 2010
martes, febrero 02, 2010
lunes, enero 25, 2010
Una pregunta, un cuento
Escribanme cualquier cosa y a partir de lo que me pongan, yo me comprometo a escribir un pequeño cuento.
AQUÍ.
Obviamente, no dejo el blog.
martes, enero 19, 2010
Sobre reuniones y fantasmas
En Colima viví yo, durante once años. Dejé esa ciudad hace doce.
Aunque haga esas cuentas sádicas que me dan como resultado sentirme más y más viejo, la verdad es que mi vida adulta está influida por muchísimos eventos y personas de aquella etapa.
Sé que no puedo echarles la culpa de mi presente a fantasmas del pasado, pero ¡ah, cómo pesan!
Yo era gordo en la primaria y en la secundaria. Y ese y otros factores me hicieron un blanco fácil de burlas y ostracismo contra los cuales todavía me peleo.
El caso es que después de doce años después de dejar Colima y una decena de reuniones de exalumnos de mi escuela, recibí vía Facebook una invitación para reunirnos.
Pasé semanas decidiendo si iba o no. Durante años me imaginé escenarios exagerados en los que volvía para: a) presumir que era un escritor exitoso y ellos seguían en su rancho; b) llegar con una ametralladora y masacrarlos a todos; o c) nada más echarme un tiro con mi bully personal. Y obviamente, ganarle.
Ninguno de esos escenarios ocurrirá jamás.
Por curiosidad decidí ir. Y la verdad, lo que me dio el empujón final fue saber que no iba a ir el bully. La reunión fue como un transporte al pasado: las relaciones de unos con otro no cambiaron y a mí me reconocieron de inmediato.
(Algo que sí cambió, reconoceré, fue que después de algunos minutos de tratar conmigo, ya me decían Pablito en vez de Pablo. Esta constante la traigo desde hace mucho en todos los ámbitos a los que entro. Fue mucho mejor ese diminutivo “afectuoso” en lugar de todos los apodos que me pusieron y que ninguno recordó)
Todo iba bien, hasta que pasaron dos eventos que pueden muy bien ser metáforas de mis relaciones adultas. La primera: la chica guapa habló conmigo. Y yo con ella. Aunque convivimos durante once años, no sabía nada de mí. El caso es que pude mantener una conversación. Todavía no puedo hacerlo con chicas guapas desconocidas, pero no dejé de pensar en qué tanta culpa tuvieron ellos y en cuánta tuve yo si no hubiera sido tan miedoso. Hubiera, hubiera, hubiera. Ese paraíso brumoso de los hubiera.
La segunda: apareció el bully. Llegó a las 2 de la mañana. Enorme, peludo, como un gorila. Todos los hombres lo saludaban chocando su mano y todas las mujeres se dejaban sabrosear. Yo, que mido 1.88, sentí cómo me hacía chiquito, chiquito en su presencia.
De repente regresaron las burlas en la secundaria y los golpes en la primaria. Ahí estaban, frescos. Como si pudiera verme los moretones en la piel. Y él, como si nada. Por algunos minutos logré evitar su saludo, pero cuando fue ineludible, lo hice.
“Qué onda güey, qué gusto que estés aquí.”
Creo que balbuceé un “hola”, pero dentro de mí tenía unos deseos encendidos o de comenzar a pegarle o de huir despavorido. Pero no hice nada. Me paralicé.
Creo que así es como afronto la vida cuando me bullyea. Quiero cambiar esa dinámica pero no sé cómo. Sé que tengo que quedar en paz con esos fantasmas, pero simplemente no lo he logrado. ¿Alguien sabe cómo?