jueves, marzo 12, 2009

El frío y la nieve

EL FRÍO

No estaba seguro de qué esperar cuando llegara a Toronto. Nunca había estado a temperaturas bajo cero y algunos amigos se encargaron de asustarme poco antes de mi viaje.

Cuando sobrevolábamos la ciudad, veía las autopistas llenas de coches e incluso algún peatón. Así que pensé: “no debe ser tan insoportable”. Unos metros atrás de la puerta giratoria, todavía adentro, me forré: tres, cuatro capas de suéteres, mi gorro peruano y guantes. Entonces, salí.

El frío es un abrazo.

Te cubre por debajo del abrigo y te da mil besos en el rostro. Y sólo después te pone a temblar, te entume los miembros, te provoca dolor en la cabeza. Pero con tantas capas de ropa, se soporta, e incluso llega una sensación sabrosa. Un abrazo que te acompaña a donde quiera que vayas. Con razón no había casi nadie en la calle.


LA NIEVE

IRA: ¿Y cómo te fue?
PABLO: Muy bien. Conocí la nieve. Al principio me trató bien, toda esponjosita ella. Pero a la hora de esquiar me maltrató. Traicionera.
IRA: Es que así es la nieve, una cabroncita toda blanca pero cabroncita al fin.