martes, febrero 24, 2009

Tragedia 3

Era un poeta paupérrimo de dinero pero muy generoso con la retórica y el romance. Como no tenía dinero para comprar obsequios a sus enamoradas, comenzó a regalarles la luna, las estrellas, la primavera, la brisa del alba.

Regalaba tan hermosamente los cuerpos celestes y las abstracciones de la naturaleza, que alcanzó cierta fama. Y comenzó a ganar dinero por sus regalos, que automáticamente dejaban de serlo y pasaban a ser mercancía (ver Marx, 1867). Y con el dinero que juntó, efectivamente se compró la luna y las estrellas y los rumores de los ríos en las tardes de agosto.

Y ya no necesitó escribir más poemas: les rentaba sus posesiones a los demás poetas, quienes si no tenían dinero, ofrecían unos cuantos versos.

Desde entonces los poetas se han querido librar de aquel poeta arrendatario, pero la mayoría de ellos quedan en versarrota, debiendo pagar sus cuotas trabajando como analistas de sistemas o cajeros de súper.