miércoles, noviembre 26, 2008

La prueba de Dios

En el antepenúltimo ejercicio del Taller de Cuento Fantástico impartido por Doris Camarena y Ricardo Bernal, se nos pidió escribir una leyenda.

Al parecer no entendí el concepto de leyenda y me fui por el lado creacionista. Y pues lo que hice no gustó, en especial a Doris. Creo que creyeron que estaba hablando en serio, cuando yo intenté hacer una ironía.

Me dijeron que recordé a otros escritores, y que Sor Juana ya había hecho algo parecido. Eso me gustó. Bueno, sin más presentación y por tiempo limitado, aquí va



La prueba de Dios


Corría el no-día del no-mes del año no-existe cuando Dios nuestro señor se vio iluminado por sí mismo y creó el tiempo. En su infinita gracia, sin embargo, no vio que el Tiempo venía acompañado de dos seres poco deseables: La Muerte y el Tedio.

Creado el Tiempo, éste corría inevitable, lo que provocaba en nuestro Dios largas horas de aburrimiento y soledad. Encontró tales sentimientos insoportables y emprendió la creación de todo el universo. Dios se alegró de tener mundos enteros para sí.

Pero entonces acercóse el Tiempo a Él, y díjole: “Han pasado cuatro días. Te restan tres antes de morir. Úsalos bien.” Dios, en su inacabable sabiduría, no comprendió las palabras “días” y “morir”. Bien se sabe que la mayor virtud del Tiempo es la paciencia, por lo que se tomó un largo rato en explicar al Todopoderoso la medición de su creación.

Sin embargo, no entró en el entendimiento de Dios la idea de la Muerte. El Tiempo tuvo que invitar a la conversación a la Muerte misma, quien con su sola presencia –no necesitó mostrar su cara escondida- explicó lo que es una vida sin vida y una luz sin luz.

Dios, en su eterna omnipotencia, se vio temeroso y confundido. Preguntóle al Tiempo la razón de tan aciago destino, y el Tiempo con una sonrisa breve auguróle que ésa pregunta se la harían por centenas cada día en el futuro. Dios no se encontró satisfecho con la respuesta y preguntó si Él, en su absoluta humildad, podía hacer algo para cambiar lo que había iniciado.

“Sí, puedes” dijo el Tiempo. “Para evitar la muerte debes conocer tu fuerza más grande, y dominarla. Tienes tres días. Úsalos bien”. Repitió, y esfumóse.

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