Las Brujas Putonas
“Amarramos tu amor. Garantía absoluta.” La brujas Vicky y Sandy, mississippianas migradas, ansían público y van al aviso oportuno. Pagan la cuota. Dictan a Juan. Dificultad: sólo hablan su idioma y Juan sólo capta lo básico. Vicky dicta: “Witch”. Juan, confundido, anota la traducción a “Bitch”. Así lo publica.
Llamadas, muchas llamadas. Vicky y Sandy, ansiosas, citan al usuario inaugural. Un gordo núbil, ansioso igual…o más.
“¿Sí?” Vicky consulta. Domina pocas palabras latinas. Su voz, oscura y dócil, basta para la culminación y satisfacción. Así con todos los usuarios. Todos pagan más. Vicky y Sandy vigorizan sus bolsillos ignorando la causa.
Tras un rato, la rutina harta. Vicky y Sandy son brujas. Sus conjuros alborotan sus manos y sus ollas. Dictaminan una acción jocosa: No hablar, sino dar un licor para agrandar la…virilidad.
Llamadas, muchas más llamadas. Ricas y famosas, Vicky y Sandy van a programas radiofónicos, instalan una sucursal por colonia, compran un banco. Pronto no hay usuarios: todos han cumplido sus fantasías.
Poco a poco los fondos las abandonan. La crisis no ayuda. Vicky y Sandy, agotadas, cambian su giro.
Van al aviso oportuno. Juan no ha asimilado ni su propio idioma. Anota “brujas” y no “masajistas”.
Los usuarios miran los mimos como conjuros, y olvidan su tribulación. Mitad brujas mitad putas, Vicky y Sandy transforman a cada comprador: un burro con alas, un pájaro filósofo, un koala amarillo. Todos, claro, con su virilidad agrandada.
La justicia inmoviliza todo. Vicky y Sandy arriban a prisión. Tras la computadora, Juan, burócrata novato. Quita cargos, olvida todo.
Con gratitud, Vicky y Sandy conjuran a Juan. Ahora andan por la India, cultivando su capacidad como brujas y como putas; y Juan ha adquirido fama: como Don Juan acaparó al público no masculino.