No son lágrimas lo que ves
recorrer las comisuras de mi cara
es el sudor de mis ojos
y su esfuerzo de vivir sin mirarte
No es sangre lo que reverbera
detrás del atardecer en la ventana
son mis poros llorosos
y su nostalgia de tu piel reventándolos
No es aire lo que toma mi forma
y me salva del cuerpo sumergido
es vapor, promesa de lluvia
anfitrión etéreo y paciente.
Un día claro y relajado
cuando salgas a pasear
envuelta en aquel vestido
te diluviaré por sorpresa.