martes, septiembre 30, 2008

Ojos

El fin del mundo no es tan maravilloso como se lo imagina uno en medio del tráfico. La comida fresca se acaba pronto y la enlatada resulta insoportable después de tres semanas. Además queda el asunto de ser el último hombre: después de llenar mi departamento de joyas y de incendiar Las Lomas, no queda mucho por hacer.

Mi aburrimiento y mis ganas de comer carne fresca me hicieron experto en cazar ratas, mis únicas compañeras además de las cucarachas –a ellas las sigo sin soportar. La técnica es sencilla: un rastro de comida desde cualquier alcantarilla a algún claro, y yo escondido con una piedra y un par de tijeras para rasurarlas mientras todavía estuviesen calientes.

Tiraba los huesos por todo el departamento, y pronto había la misma cantidad de relojes y collares de oro que restos podridos de ratas. Siempre lo dije: La higiene es antes que nada una convención social.

El día número 744 me tocó baño. Calenté el boiler con billetes y libros de economía y abrí la cortina del baño. Justo en ese momento, me sentí observado. Miré alrededor y después de revisar bien, creí que era algún otro ataque de ansiedad. Pero cuando estaba por entrar al chorro de agua, los vi.

Un par de ojos me miraban desde la reja de la coladera. Me seguían en cualquier movimiento, detenidamente. Supe a qué pertenecían los ojos. Rabiosos, peludos, hambrientos. La única sorpresa era que mi departamento se encontraba en un trigésimo piso. Fuera de eso, lo esperaba.

Antes de correr por una de mis piedras, escuché un chapoteo que salía del excusado, y un rumor, de miles de chillidos, me erizó la espalda.

viernes, septiembre 26, 2008

Hildra

Cuando se hizo famoso creí que todo cambiaría. Sí, me compró mi vagón de lujo e hizo que todo el circo me tratara bien. Pero ese ratón, esa rata viscosa le metió ideas dizque “económicas”. Que yo era una carga, que media ganancia se iba nada más en mí, que las otras todavía hablaban de mis ataques de rabia…¡como si no se acordara de que la última vez lo defendí de ellas! Todas son mentiras. Ni porque nació con esas orejotas puede oír una mentira y reconocerla.

Por eso me voy. Porque me mandó a este circo de cuarta que luego ni se llena y los niños que vienen hablan raro, como aquellos cuervos que le enseñaron ese Gran Truco. Maleducados escuincles, me gritan gorda, me gritan fea, me gritan vieja. Que los aguanten sus propias mamás, yo ya me largo.

Me regreso a casa, recuerdo perfectamente el camino. Sólo tengo que caminar por acá…ya aprendí mi lección, mi error fue sobreportegerlo, tratar de no exponerlo al mundo tal como era…listo, ahora corto camino por aquí…pero el ego se le hizo muy grande por eso, y encima viene la rata esa a lavarle el cerebro…después de la carretera están las vías del tren, y ahí está mi vagón. En cuanto me suba me regreso a casa, espero que las otras no me traten tan mal. Ni hablar, es lo que pasa cuando tienes hijos orejones...¡Cuidado!

martes, septiembre 16, 2008

Miedo

Cuando terminé de leer Harry Potter 7 una de las muchas sensaciones que me quedaron –orfandad después de miles de páginas, admiración/envidia por la autora, ganas enormes de conocer a los magos adultos- fue el miedo.

No miedo a Voldemort o a algún otro maloso de la serie. Me dio miedo por el desdén que mostró Rowling al matar a medio mundo. Y no sólo a personajes sin nombre, casuales, sino también a personajes muy importantes en la historia. Me pareció innecesario. Tal vez por haberme encariñado con ellos o por ser incapaz de ver el panorama completo –porque el fin último de la serie es la victoria del bien a pesar, me aventuro a decir, de las muertes que esto cueste.

Esto me llevó a pensar en libros y series parecidas, y después en literatura en general, con ese mismo lineamiento: historias en donde el autor mate a personajes entrañables en aras del bien supremo, ya sea un gran final, un giro sorpresivo o simplemente por ser honesto con el desenvolvimiento de la trama. Concluí que es relativamente fácil decidir cuándo muere un personaje, cuándo lo arrincona uno hasta que sucede lo inevitable…y la historia crece, se hace más compleja, más rica.

Pero ¿qué pasa con la vida real? ¿con nosotros? Los accidentes de personas hermosas, el hambre, las tormentosas enfermedades, la guerra…¿son parte de un plan Divino? ¿están justificados? ¿o acaso son muertes (o más grave aún: vidas) inútiles?

Sé que esto es la realidad (ejem, escrita aquí, en una realidad virtual) y aquello es literatura, pero no lo puedo dejar de relacionar. Si me pongo a pensar como personaje, no me gusta sentir que mi vida no sea tan mía y que pueda ser desechada y que mi muerte en algún extraño y retorcido sentido sirva para la historia (¿de mi país? ¿de mi raza? ¿de la humanidad? ¿de mi cuadra?); pero si me pongo a pensar como ser humano real, tampoco me siento tan cómodo pensando que no hay nada más, que no vamos a ninguna parte, que a final de cuentas estamos solos…

Y es entonces que llega el miedo. ¿Cómo enfrentarlo? ¿Cómo dejar de verlo, de sentirlo? ¿Alguien sabe? ¿Me l@ presentan?

lunes, septiembre 08, 2008

Fui

Fui a Puerto Morelos, Cancún y Nuevo Durango, las 3 en Quintana Roo.





domingo, septiembre 07, 2008

Travesías


Compren y lean el número 79 de la revista Travesías. Hay una nota muy bien escrita sobre un concierto en Chichén Itzá.