lunes, febrero 05, 2007

A CHOCO

Ya me estoy empezando a preocupar. Ocurre que cada que un ser cercano muere, yo no estoy. (¿Estaré en el lugar y el tiempo correcto cuando yo me muera?) ¿Es una maldición? ¿Debo estar más atento? ¿Es sólo una sucesión de casualidades?

No lo sé. Lo que sé es que mi perro murió y yo no estuve. Le creció el corazón. Y no podía irse de otra manera. Tenía un corazón tan enorme que no cupo en este mundo.

Siempre he pensado que la expresión más terrenal del amor divino, incondicional y puro habita en los ojos del perro que le toca a uno. Lo supe y lo descubrí en Choco. Trece años con nosotros. Choco, te sobrevivimos nosotros; y Chispas, el amor de tu vida, la madre de tus hijos. Te vamos a extrañar.