jueves, octubre 25, 2007

Taller con Mónica Brozon. Ejercicio 1: Una cuartilla, narrador niño en primera persona. Ya lo había hecho aquí y acá. Pero nunca está de más practicar.



“Ese día la maestra nos mandó temprano a todos a nuestras casas porque todos teníamos piojos. Hasta a ella se le pegaron, yo la vi. Cuando ya nos íbamos volteé a despedirme y vi cómo se rascaba como no queriendo la cosa atrasito de la oreja.”

A mí me gustó salir mucho antes del timbre porque me encantan las mañanas fuera de la escuela. Las mañanas de días de clases son diferentes a las de fin de semana. No sé explicarlo, pero como que el sol pega más ligerito o hay menos gente en la calle. Pero eso aquel día no lo pude disfrutar por tanta comezón que me daba en la cabeza. No supe quién nos lo pegó pero provocó una epidemia. Yo le diría epirrasca.

“Mis amigos y yo salimos juntos de la escuela. Teníamos cuatro horas para ir a jugar maquinitas. Estábamos hablando de a cuál lugar de maquinitas nos convenía ir cuando nuestra maestra salió y se despidió de nosotros, más porque estábamos a la mera entrada que porque realmente quisiera. No sirvió de mucho su saludo porque ni le hicimos caso. Quedamos en ir a una tiendita que estaba frente a la escuela, pero yo no aguantaba la comezón y a la mera hora me fui a la casa.”

Cuando empecé quinto año mis papás me dieron las llaves para llegar caminando a la casa. Dijeron que yo era ya un hombrecito hecho y derecho y que me confiaban una gran responsabilidad. Yo pensé dentro de mí que nada más les daba flojera llevarme e ir por mi a la escuela en el coche.

“Total que cuando llegué a casa todavía era temprano. Abrí la puerta y caminé derechito al baño para tratar de quitarme los piojos con el jabón que le ponemos al Choky, nuestro perro diabólico. Pero antes de entrar escuché unos ruiditos en el cuarto de mis papás. Abrí la puerta y vi a mi papá y a mi maestra rascándose uno al otro. Los piojos debieron atacarlos a ellos con más fuerza porque yo nomás los traía en la cabeza pero ellos se rascaban casi todo el cuerpo. ‘¿A ti también te picaron los piojos?’ le pregunté a mi papá. Ellos se dejaron de rascar, me miraron y se miraron.’Este...sí’, contestó él. ‘Sí…la verdad es que tú nos contagiaste a todos’ me dijo la maestra, ‘y vine a reclamarle a tu papá pero nos entró un ataque de comezón…pero ya estamos bien.’ ‘Sí…’ dijo mi papá,’ y la verdad todo esto ha sido muy vergonzoso, imagínate si se enteran en tu escuela que tú les pegaste los piojos a todos, ¿qué te parece si no le decimos a nadie?’ Yo le dije que sí y desde entonces mi papá me compra todos los juguetes que quiero y saco puro diez en los exámenes. No sé por qué te parece sospechoso que saque puro diez, mamita, si me he esforzado mucho. No hay necesidad de que vayas a la escuela a reclamarle nada a la maestra, ¿o sí?”

martes, octubre 23, 2007



Pues con la novedad ni tan nueva de que volví a perder una convocatoria. Por un momento no pensé en no mencionar cuál, no porque me siento menor a quien haya ganado, sino por la informailidad de su organización, que raya en la sospecha. Pero al final sentí que no es para tanto. Esta es.

Y como ya perdí, pues les comparto. A ver qué opinan.


La respuesta está en el centro
Lic. humo

Como la espiral de un caracol. Siéntela, percibe con las yemas de tus dedos cómo se regresa al origen, al punto mínimo. Tócalo, ésa es tu respuesta. Supera tu asco, tantea la verdad. Siente lo baboso. Este bicho puede que sea la metáfora más humilde de la vida: es baboso y lento. Lo suficientemente baboso para cometer mil errores, y lo suficientemente lento para no volverlos a cometer. Siente la respuesta, está en el centro.

Fotografía # 48
Se observa la escena del crimen. Se ve a un hombre tirado sobre la acera, con los ojos desorbitados y la mirada perdida. Clara estrangulación. Detrás de él, en el pavimento, se distingue lo que procede hacer para los peritos: el contorno del cuerpo. Pero silueta y volumen esta vez no corresponden. Se aprecia con claridad que la figura detrás del cadáver es una espiral.

Dejaba que el humo adormeciera su garganta antes de dejarlo ir por sus fosas nasales. Le fascinaba oler el alquitrán, desde pequeño. Tenía tanta práctica que podía hacer con el humo figuras fantásticas. La soledad de su habitación pronto se vio invadida por el fulgor de la luna y las sombras del tabaco. Sintió que podría estar así toda la noche, fumar un poco más y llenarse de amigos cambiantes, bailarines, elegantes.

La lengua del camaleón se asoma desde su boca con engañosa timidez. Se desenrolla de golpe y adhiere a la víctima. La espiral de su lengua vuelve a sus entrañas, y sólo queda visible su hermana espiral, la cola. El camaleón saborea su presa. Negro, amargo moscardón de dulce zumbido.

Escucha el programa de televisión y lo confunde con la realidad. Las ondas de sonido se propagan en círculos concéntricos y llegan a su oreja, a su caracol, a su trompa de Eustaquio, y se transforman en sinapsis y en sueños. De repente, se despierta, aturdido. Después de reconocer su espacio, se despabila, enciende otro cigarrillo, toma de nueva cuenta el lápiz y comienza a escribir:

La verdad estoy confundido. No encuentro ninguna relación. Ni siquiera lo que me dijo mi maestro. Es mitad de la noche, estoy cansado y he fumado mucho. Sueño con animales. Creo que mi novela no va a ningún lado, o que la he llevado demasiado lejos. No sé de dónde robé el lote de fotos sobre crímenes sin resolver. ¿quién es ese obsesionado con la figura de la espiral? Es un buen personaje, pero me daría miedo encontrármelo en la calle. Quizás haga falta volver al principio, al punto mínimo. ¿Quién será el asesino?


lunes, octubre 15, 2007

Juguemos con la retórica

Las figuras retóricas son esto. Ayudan a hacer maleable el lenguaje. Es una materia casi obligatoria para todo aquel que desee ser escritor.

Para quien sepa del tema, lanzo al aire (o al espacio o a como se le llame a este lugar de ideas llamado Internet) una duda. Ha rascado mi cabeza por unos cuantos días y no encuentro solución. Hela aquí:

¡Huele a mole!

Es una frase que se dice cuando se atestigua una franca relación de pareja en la que la situación refleja una ceremonia de matrimonio inevitable. Sin embargo, quien la expresa no se refiere a la ceremonia en sí, ni al amor que se profesa la pareja referida. No: se refiere a la fiesta, y particularmente a lo que se sirve de comer en ella.

Identifico dos figuras: la metonimia, por lo que acabo de explicar tan claramente, y la elipsis, porque quien expresa la frase suprime todo el trámite que implica un casamiento -quizás sólo fue un beso, una mirada, un diálogo entre la pareja, pero el discurso ya se fue lejos, lejos y se quiere poner a bailar las cumbias de la fiesta.

Mi duda es la siguiente: si hay tal expresión para una relación en un estado de florecimiento y alegría, ¿existirá alguna frase que exprese con igual contundencia una relación en el estado contrario?

Algo así como "huele a abogados" o "sabe a custodia"....no sé. Quizás sólo se aplique a situaciones positivas...En todo caso, esa es mi duda. Se aceptan propuestas.

jueves, octubre 11, 2007


Compren y lean el número 69 de la revista Travesías. Lean la asombrosa recomendación del lector y admiren la excelentemente redactada sección de Plataforma. Ah, y un delicioso artículo en la scción Qué Hay de Nuevo. Gracias.

jueves, octubre 04, 2007

Octubre


El martes pasado me dieron ganas de dejar mi trabajo con tal de quedarme a ver pasar la tarde. Los verdes brillaban más y el viento se paseaba entre ellos con especial alegría. Los rayos del sol abrazaban a todo aquél que se dejaba. Y lo mejor de todo es que ya no eran esos rayos potentes y sudorosos de hace algunas semanas, sino querendones, dulces y tibios. Se fue el abraso y llegó el abrazo.

En esta ciudad los que nacieron o hemos vivido en provincia, compartimos la experiencia de vivir en ella de una manera distinta a la de los capitalinos-chilangos-defeños-etcéteros. Las comparaciones, buenas y malas, no se pueden evitar, menos aún alguna añoranza de cierto momento de quietud, de cierto lugar sin smog.

Compartimos, también, una sensación. Se da pocas veces, las que días como el martes pasado y lugares como el parque México permiten. Hay que poner atención, percibir la sensación de bienestar, apelar a aquella vida de provincia y concluir, con una sonrisa en el corazón: “Me siento como de visita. Me siento como si fueran vacaciones en la ciudad.”