viernes, junio 30, 2006

"AMORES DE RECREO"
Hoy en el recreo escribí mi nombre y el de Paulina en un corazón, en la puerta del baño. Lo pensé toda la clase de español: me iba a llevar el bicolor en el pantalón y antes de que el maestro Pepe nos prestara el balón para que jugáramos, les diría que tenía ganas de ir al baño.

Por andar pensando en el plan del corazón me regañó el director. Bueno, también por andar viendo a Paulina. No sé cuándo llegó el director al salón a decirnos que el viernes no iba a haber clases para que fuéramos a decirle adiós al Papa. ¿O era el jueves? No sé, pero no lo pelé y se enojó y me regañó. “Dígame señor Martínez”, me dijo, “en qué anda Usted pensando”. Siempre que regaña a alguien le habla de Usted, como si fuera grande. A mí me dio pena decirle que no sabía qué pensaba, pero que nada más me gustaba andar viendo a Paulina.

Yo sé que todos saben que me gusta Paulina. Me hacen burla siempre que entra al salón. Y yo me pongo rojo rojo y quiero callarles la boca a todos pero también me dan ganas de saber si ella sabe, y si también le gusto. Por eso quise poner el corazón: para que todos lo sepan, hasta ella. Y todo salió muy bien: sonó el timbre, las niñas se fueron a chismear y a saltar la cuerda, y nosotros nos fuimos a pedirle el balón de fut al maestro Pepe. Me dijeron que fuera portero, y yo les dije “Sí, pero tengo ganas de ir al baño”. Me encerré y esperé a que los demás dejaran de hacer pipí y se fueran. Me bajé los pantalones aunque no quería hacer, saqué mi bicolor y con letra bonita escribí “Leonardo” con color azul, “y” también con azul, y “Paulina” con rojo. Después dibujé un corazón gordo alrededor, y no le puse flechita porque se me hizo cursi. Me estuve ahí un rato y después me fui a jugar.

El director casi me castigó por no hacerle caso. Pero me perdonó por ser aplicado. “Señor Martínez, me sorprende Usted.” Me dijo. “Que esta sea la última vez, señor Martínez.” La verdad me gusta que me hable de Usted. Siento que así puedo ganar respeto de Paulina, que soy igual a ella. Después el director se despidió de nosotros y de Paulina. “Continúe Usted, profesora”. Ella sonrió mientras yo escondía el bicolor en la bolsa.